“(…) No duermo, ni espero dormir. Ni en la muerte espero dormir. Me aguarda un insomnio en la amplitud de los astros y un bostezo inútil, extenso como el mundo. No duermo. No puedo leer cuando me despierto de noche. No puedo escribir cuando me despierto de noche. (…). Ven, amanecer, ¡llega! (…)” Fernando Pessoa.

Después de releer las instrucciones Cortázar de “cómo subir las escaleras”, “cómo llorar” o “cómo amar a alguien”, se me ocurrió esbozar algunas de las peculiaridades que a los insomnes nos unen. Peculiaridades que se pueden transformar en sugerencias si es que quieres seguir inmortalizando al insomnio en tus noches:

A modo prólogo, te cuento que cuando era más pequeña que ahora, yo dormía con mi hermana. Ella siempre se quedaba dormida antes que yo, y como no me gustaba la sensación de quedarme sola y despierta, le tiraba de los pelos, o le pegaba pellizcos. Su mero amago de despabilarse, a mi ya me dejaba un poco más sosegada: ella estaba ahí conmigo despierta algunos instantes más.

Después mi hermana se hizo adolescente, y se cambió de cuarto. Entonces mi hermano se escondía debajo de mi cama de noche, y me pegaba sustos cogiéndome de los pies desde abajo. Le odiaba.

Después, llegó la época en que iba una noche sí y la otra también al cuarto de mis padres y le decía a mi madre: “mamá, que no me puedo dormir”, y ella me decía: “anda, inténtalo otra vez, y si no puedes, vienes de nuevo”. Yo me iba a mi cuarto alicaída, me sentaba en la cama, miraba a la pared, contaba 120, y volvía: “lo he intentado mamá, y es que te juro que no puedo”. Y ya me quedaba tranquilita ahí en la esquinita que me dejaba en su cama.

En la analogía arquetípica, al sueño se le llama “el hermano pequeño de la muerte”. Para mi, -y después de mucho observar mi relación con el sueño-, adentrarme en el dormir, simbolizaba adentrarme en un mundo insólito donde tenía que soltar las riendas del control para entregarme a un misterio des.conocido. Realmente, alguna parte de mí lo vivía como una pequeña muerte, como si algo se fuese a terminar  y «yo» fuese a dejar de existir, o como si me fuese a perder algo por estar dormida, y no lo podía soportar ni consentir. Me dabe angustia dejarme llevar a otros espacios des.conocidos donde la actividad consciente quedaba suspendida.

Después me hice algo mayor, y el insomnio se convirtió en mi taxímetro emocional. Cuando hay algo que me aprieta emocionalmente, el insomnio se encarna en una cita a ciegas conmigo.

Así que así es como empecé a tener motivos para hoy poder escribir algunas de las características más comunes que confina el insomne en sus adentros:

El insomne de a pie, ya ha comprobado que las tilas alpina de farmacia no le funcionan, ni los baños con dos kilos de sal marina comprado en veritas, ni levantarse de la cama y ponerse a hacer otra cosa, ni tampoco leer le funciona, ni escribir, ni escuchar música, ni cenar lechuga, ni beber leche con miel, y ni tampoco observar su respiración: todo eso le va a poner más nervioso. La excitación de su sistema nervioso no le va a permitir pensar en otra cosa que no sea paliar el insomnio de la manera más efectiva posible.  Lo ÚNICO que el insomne quiere en la noche es dormir, y todo lo que no sea dormir, en el apogeo del insomnio, le va a inflamar de irritación. Es recomendable, que en medio de esta cúspide de irritación, no tenga a nadie al lado. En raras ocasiones, hacer el amor ayuda.

Cuando el insomne se mete en la cama, ya hay una premonición mental que contagia a todo su ser y le dice: “esta noche no vas a dormir”. De alguna manera, el insomne comienza a engancharse con pensamientos catastróficos sin vía de salida que le harán des.velarse más. Se meterá en un círculo vicioso del que no podrá salir y que cursa de la siguiente manera: el insomne posibilitará que su cabeza rebose de “deberías”, inflará todos sus errores desproporcionalmente, concederá culpabilidades en su mente, rememorará algún detalle negativo del día y lo extrapolará a toda su vida, anticipará que al día siguiente estará echo polvo y no podrá rendir en absoluto (y con lo cual tampoco podrá ir al gimnasio, o a la clase de baile, porque estará destrozado, y encima también tendrá que anular los planes hechos, porque no estará con el ánimo muy afín para ellos), también comenzará a razonar en función de cómo se siente en ese momento, y se acordará de su jefe, o de aquella persona con la que tiene algo sin cerrar, o pensará en su amante de manera no muy cariñosa. Y en medio de todo este marrón apocalíptico -porque así se vive-, encima querrá componer la agenda de su vida personal y profesional, querrá encontrar la forma de unir ambos campos, ya que se da cuenta de que no hace lo que realmente le gusta. Y si el insomne quiere agregar más zozobra a la noche, puede también pensar que el capuccino descafeinado que pidió a las 19h de la tarde en aquel café tan bonito, se lo pusieron con cafeína.

El insomne solo respira de intercostales para arriba. Y no es que no pueda dormir porque no puede, sino que no duerme porque se quiere quedar dormido. Y como no puede tolerar su zumbido mental en la noche, toma tranquilizantes externos, ya que los internos se niega a ponerlos en funcionamiento (para la próxima vida, dirá): hay quienes amortiguaran el golpe con marihuana o hachís, o con una benzodiacepina (seguramente ya tenga orfidales o tranquimacines en su mesilla de noche), lo que le hará dependiente para el resto de sus lunas. También puede optar por medicarse con algún antihistamínicos (soñodor o dormidina), bien adentrada la noche (cuando se ha cerciorado de que realmente no dormirá), y así se asegurará que al día siguiente, su grado de aletargamiento mental será descomunal e inaguantable.

Y para no dejar un final tan sarcásticamente amargo, ni tan desesperanzador para los nocturnos, diré también que mis noches de insomnio se han reducido en un 80%. Y no dudo de que fue porque en algún momento en mi vida decidí excavar en lo que había detrás de todas esas noches en vela, y porque también alguna vez me ví sentada encima de la cama, y me dije: basta. Voy a atravesar este horror, y da igual si no duermo. Y al yoga le salieron estrellas, porque gracias a la farmacia interna que la práctica me enseñó que tenía, pude ver muchas cosas de mi manera arcaica de funcionar. Y empecé a atravesar la dificultad, a observar, a adentrarme con con mi exhalación en ese nudo que tenía miedo de ponerse a dormir y morir.

“El inconsciente puede reservar mensajes esenciales para los oídos que sepan ponerse a la escucha.”
Carl Gustav Jung.

«En realidad el insomnio es como un sueño, pero sin sueño. En el insomnio comparecen ansiedades que durante el día estuvieron arrinconadas; proyectos todavía inmaduros que necesitan cálculos, previsiones, ajustes; culpas recién instaladas en la conciencia.» Mario Benedetti.

error: Content is protected !!