Hay muchas personas que todavía no han nacido. Dan la impresión de estar aquí y, de hecho, caminan entre nosotros pero, en realidad, todavía no han nacido, porque se hallan detrás de un muro de cristal, están en el vientre.

Están en el mundo solo en libertad condicional y pronto tendrán que volver al pleroma del que surgieron originariamente. No han formado una relación con el mundo; están suspendidas en el aire; son neuróticos que viven una vida provisional. Dicen: «Ahora vivo bajo tales y cuales condiciones. Si mis padres se comportan de acuerdo con mis deseos, me quedaré. Pero en cuanto hagan algo que no me guste, me largaré». Esto, ven ustedes, es la vida provisional, una vida condicional, la vida de alguien que sigue todavía unido mediante un cordón umbilical tan grueso como la cuerda de un barco con el pleroma, el mundo arquetípico de esplendor. Por tanto, es de mayor importancia que ustedes nazcan; deben ustedes venir a este mundo -de lo contrario, no pueden percibir la verdadera naturaleza del mismo, y el sentido del mundo se habrá malogrado.

En semejante caso, solo queda volver ser arrojado al caldero y nacer de nuevo.

Porque miren, es extremadamente importante hallarse en el mundo, plenificar realmente la propia entelechia, el germen de vida que uno mismo es. Deben ustedes creer en este mundo, echar raíces, hacerlo lo mejor que puedan, incluso en el caso de que tengan que creer en las cosas más absurdas -creer por ejemplo, que este mundo es algo claro y determinado, que tiene una importancia absoluta que se firme tal y cual tratado. Porque uno debe dejar en este mundo, algún trazo que de cuenta de que ha estado aquí, de que algo ha sucedido. Si no sucede nada de este tipo: el germen de la vida ha caído, digámoslo así, en una gruesa capa de aire que lo mantiene en suspenso. No ha tocado nunca el suelo, y por tanto, no ha podido nunca producir la planta.

Pero si se toca la realidad en la que se vive, y se permanece en ella durante varias décadas, si uno deja su trazo, el proceso impersonal puede comenzar.

Miren, el brote debe surgir de la tierra, y si la chispa personal nunca ha alcanzado la tierra, nada surgirá de ella.

Carl Jung. La Psicología del Yoga Kundalini.

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