«El hombre en su esencia no debe ser esclavo, ni de sí mismo, ni de los otros, sino un amante. Su único fin está en el amor» Tagore.

“Yo tengo de ti la sospecha de que te tomas el amor demasiado en serio.” El lobo estepario. Herman Hesse.

Son las cinco de la mañana en Bangkok. Ya no me molesta que esté despierta, lo que me molesta es que otros duerman, porque la vida se me desorganiza cuando esos otros no están.

En ocasiones, cuando me siento así un poco caracol como esta noche, me dan ganas de tener un marido y dos hijos, una casa con chimenea, olor a almendras tostadas, y un trabajo donde sea obligatorio la chaqueta – corbata.

No hay razón, ni lógica. Todo es “de repente”, descolorido, indistinto, inadmisible en la madrugada: de repente me urgen necesidades urgentes, de repente extraño lo que no continué, de repente lo que no hay, de repente el miedo a la vida en blanco, de repente “él” conteniendo a todos. De repente la ausencia de tranquilidad dentro.

Para no sucumbir a la sensación de extinción en la noche, enciendo las luces, y me pongo a escribir…

«Hoy ha sido uno de esos días en el que ha coincidido que todos mis allegados se estaban observando. Así ha sido hoy:

– Me despierto esta mañana y me encuentro con un whatssup de mi ex: “Hola.. cuánto tiempo, ¿cómo estás? Quería compartir contigo que he conocido a alguien…. blah blah , y que aunque con miedo que me observo, estoy ilusionado… Espero que estés bien.”

Mh, me quedo suspensa. Me quiero alegrar enormemente de su felicidad. Pero continúa el día.

– Mientras comemos, Anne me cuenta que casi se desmaya en la clase de yoga del dolor que sentía en las lumbares. Le digo que vaya al médico, ella me dice que no hace falta, que es una cuestión mental, que basta con observarlo, y que va pasando.

– Y el día continúa, y a medianoche, mi hermana me dice que está un poco regular, pero que desde que se observa, ya no está tan mal.

Apago el móvil y me observo yo también. Me pregunto, ¿A qué se referirán? Miro al vacío, íntegramente escéptica con esta nueva ola de la observación.

No son ellos, soy yo.

Vuelvo a encender el móvil y vuelvo a leer el mensaje de mi ex. Lo vuelvo a apagar, y cierro los ojos. Vuelvo a la severidad del instante, y me observo desde todos los ángulos: desde arriba, desde abajo, desde el suelo, desde la pared, desde la esquina, desde dentro de la nevera. Pero nada cambia, al contrario, hay una incomodidad que aumenta, como de insuficiencia, como de querer ser todo aquello que ella provoca en él. No me hago mucho caso, e intento no nombrar lo que me pasa, pero lo nombro,,-. Enciendo la luz, y enciendo el móvil, y vuelvo a leer el mensaje. Apago el puto móvil. Me hago una selfie y le pongo diferentes efectos: vanguardista, rockero, earlybird, animación, ojo de pez, baño azul, nitidez, lo –fi. Si ellos pueden exorcizarse y observarse, yo también puedo.. Entonces me observo en la foto, como si fuese un fetiche, tratando de eliminar la sensación de incomodidad e inconformismo de no ser ya la elegida, la amada,, como si este observar que ellos me escriben fuese el nuevo antídoto para este vacío que yo siento..

Y así, de repente, empatizo con todos aquellos que critican el misticismo contemporáneo y la cultura de la observación – espiritualidad, y desconfío de todo concepto y terminología mística que está de moda y que me distrae más que me florece.

En definitiva, que desconfío de mí. Y de vosotros los observadores.

«Olvídate de ti Marta, y de todos los conceptos», me dijo un día mi padre un día mientras andábamos por la playa, y yo sigo sin saber cómo se olvida una de una misma.

                              …………………………

Y poco a poco, empieza a amanecer, y en la duda de no saber si tomarme nada o una infusión con galletas, me doy cuenta que ha pasado más de una hora que estoy tratando de hacer un barquito de papel como los que me hacía mi padre, y que estoy más ligera, como si algo se hubiese ido a volar.

Fotografía: Omerika.

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