– Me ha tocado en la ventanilla. Me gusta que me toque en la ventanilla.

El señor de al lado es indio, podría ser hindú, o musulmán o.. Lleva una chaqueta tan grande que me pregunto si se pasará las 11horas de viaje con ella. Tiene el pelo más blanco que gris, cinco lunares que forman un semicírculo al lado de su ceja derecha, y sus entradas le llegan a la coronilla. Tiene arrugas que forman olas en su frente, sus mofletes son rechonchos, y lleva pestañas en las orejas. Me regala ternura, y hace crecer en mi barriga una emoción de efervescencia que me hace sentir medio a salvo: vuelvo a India. Me sonrío, y sonrío al anochecer. Enciendo el móvil, cojo los cascos, y hago sonar Gauranga Karuna, de Rasa, me acuerdo de A, y comienzo a escribir.

Las manos del señor se han agarrado, y sus dedos juegan a entrelazarse. Sus párpados se van rindiendo a la misma vez que su cabeza se inclina a su corazón. Yo le sigo mirando, el abre los ojos, aúpa su cabeza y me mira. Ha oído cómo le miro. Le sonrío, el dilata su expresión de ensueño, cierra sus ojos y se duerme. Su respiración crece, y respiramos juntos dentro de un círculo de burbujas de aire. Paro la música, sostengo mi atención, y conforme él parece profundizar en su estado de ensueño, yo reclino la cabeza hacia detrás y observo el cielo.

Ojalá que haya opción de comida india, me digo. Ya es de noche, y sospecho que no voy a poder dormir mucho. Reparo cómo nos vamos alejando de Londres, inmortalizo este momento en mi memoria, y me acuerdo de aquella relajación -al final de la clase de yoga- donde nos imaginamos que estamos sobrevolando una ciudad dormida, y podemos ver todas esas luces que caracterizan a la ciudad insomne desde la ventanilla del avión. Imaginamos después que esa ciudad es nuestro cuerpo, y que de cada poro de nuestra piel irradia una luz parecida a los edificios, coches o semáforos de la ciudad vista desde el cielo. Poco a poco: iremos desconectando esas luces desde los dedos de los pies hasta la cabeza, hasta dejar a nuestro cuerpo físico descansando en un estado de relajación profundo entre la realidad y el sueño.

El mundo se ha parado. Y en este espacio de silencio entre nuestras respiraciones, nos evaporamos.

-¿Vegetarian madam?

– Yes, please.

Hoy despido a mi comodidad por algún tiempo. Estoy volando rumbo a Bombay, con un señor al lado que tiene el pelo blanco y que lleva una chaqueta muy grande. Me voy de Barcelona sin billete de vuelta, con una maleta llena de excusas y deseos de libertad.

Marta Carrascal«Estar disponibles. Estar preparados.

Esperarlo todo. No esperar nada».

Eric Baret.

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